Yo, no entiendo o tal vez, no acabo de comprender, como es posible que algunas personas, llamémoslas así, se creen con el derecho a meter la mano en cualquier sitio con tal de lucrarse, con toda la desfachatez que sea necesaria y con toda la cara del mundo. Acaso ellos no saben donde acaba su sueldo y donde empieza la estafa. Porque a la hora de comprar sus acciones, sus buenos inmuebles y sus potentes coches, sí que lo saben. Y es que donde pasa tanto dinero por sus manos, pues cinco por tres once y me llevo cuatro. Y no piensan que están robando el dinero público que tanto trabajo nos cuesta a los trabajadores pagar para salir de una crisis que ellos mismos han provocado. Pero seamos razonables: las personas las podemos clasificar en dos grupos, los de bien, que son los que todos los guantazos van para ellos y los de mal que son aquellos que viven en la prepotencia a la vez son los que pegan los guantazos. Si al menos tuvieran la dignidad de arrepentirse, pero no encima van y dicen que no saben nada, que no sabían que lo de ganar el dinero a espuertas era normal, tan sólo basta con ir a un cajero.
Vamos indignantes. Si el hombre se vistiera por los pies como está mandado tendríamos otro modo de ver las cosas, sin tanta arrogancia, sin tanto odio, sin tanta maldad, tan solo con un poquito de amor de cada uno de nosotros bastaría para ser, mejores personas.
Autor: Manuel Hidalgo
