Cuando usted lea estas líneas será lunes, 23 de junio. La entrega de premios del II Certamen Literario María Carreira, organizado por Alas de Papel, fue el sábado, y no tengo ninguna duda de que fue un éxito. Lo digo así porque yo escribo este artículo el viernes. No, no es un viaje al pasado. Es un viaje al presente, al momento en que se redacta realmente una columna. Un momento en que siempre se debería conservar una sana incertidumbre, según las normas del oficio.
Porque aventurar éxitos a priori no parece demasiado periodístico y entra, más bien, en el terreno de la cábala, de los trances espiritistas o de los programas electorales. Pero hay ocasiones en que el desarrolla normal de una cadena de acontecimientos conduce, de forma casi inexorable, a un resultado concreto. Y entonces entramos en el terreno de las matemáticas, de la aplicación de logaritmos a realidades tangibles y del cálculo de probabilidades. Todas esas cosas que a mí nunca se me han dado bien. Ayuda mucho a esta certeza que tengo, para qué lo voy a negar, que soy parte interesada. En efecto, formo parte de Alas de Papel. Pero pertenecer a la asociación no resta peso alguno a mis afirmaciones. Al contrario, porque he sido un testigo privilegiado de cómo mis compañeros, durante varias semanas, han leído y releído los cien relatos presentados a concurso. Han anotado sensaciones, analizado literariamente, valorado historias. Y han puesto en pie sólidos y encendidos debates, que ya los quisieran de esa calidad en algunos Parlamentos.
En las dos ediciones celebradas del Certamen Literario María Carreira he podido experimentar, de primera mano, la emoción del amor a la literatura, y además desde dos imaginarias trincheras. Una, la de quienes escriben y participan en concursos, leyendo sus obras y disfrutándolas. Otra, la de quienes tienen que decidir qué textos seleccionar, enfrentando verdaderos dilemas. Han sido cien relatos. Y un día para entregar los premios. El día en que expresamos el recuerdo de nuestra amiga María Carreira, presente en nuestras vidas para siempre.
