Ayer recordé al leer una noticia que hay pocos países en el mundo peores para vivir siendo una mujer que Arabia Saudí.
Un jeque saudí, consejero judicial del Ministerio de Justicia, explicaba que las mujeres no debían conducir porque esta actividad les puede dañar los ovarios y por consiguiente sus hijos pueden nacer con algún tipo de alteración. Mi primera reacción fue una gran carcajada, ¡hay que ver qué imaginación tienen estos con tal de sacarnos la risa! ¡Ésta sí que era buena! Pero se me fue congelando la sonrisa al pensar en las mujeres de ese país, que tienen que aguantar este tipo de insensateces a lo largo del día. Tampoco pueden viajar sin permiso, hacer deporte o sencillamente tener amigos varones. Básicamente no tienen casi ninguno de los derechos que a nosotros nos parecen obvios.
¿Cuántas cosas terribles ocurren a diario que nos son tan lejanas que si nos las cuentan suenan a broma? En Indonesia la masturbación está castigada con pena de muerte: no tiene gracia pero es tan absurdo que solamente puede ser un chiste. Pero tampoco hay que irse a tales extremos, hay leyes absurdas por doquier en cualquier parte del mundo. O sino que se lo cuenten a los suizos que tienen prohibido lavar su coche el domingo. O a los australianos, que para poder sacarse el carnet de conducir tienen que aprender primero a montar en bicicleta. O a los noruegos, que no pueden encontrar alcohol en las tiendas de su país en épocas de elecciones porque podría afectar su capacidad de juicio.
Guardemos la sonrisa y nuestra capacidad de reírnos de todo, pero sin perder de vista que, detrás de esos chistes que no lo son, hay personas que los sufren en sus carnes. Seguro que a los suizos les dará igual lavar su coche cualquier otro día de la semana, pero, mientras, las mujeres saudíes sufren esas teorías absurdas que algunos creen serias.
Este artículo va dedicado a las valientes mujeres saudíes que salieron a la calle para defender su derecho a conducir.
