No existe ni se conoce una ciudad como la de Antequera. Una ciudad que ni soñando serían capaces los entendidos, el poder igualarla o desearla tan siquiera. Que por mucho que insistieran, nada sería comparable con la sierra del Torcal o la Peña de los Enamorados, ni siquiera sus iglesias y conventos. Como tampoco el río de la Villa, la Colegiata y el Carmen. También porque nadie tiene un Efebo como el de Antequera, ni siquiera los Dólmenes de Menga, Viera y El Romeral. Y sus termas romanas, su ciudad romana. Y también la feria de ganado y la otra feria, la que Antequera se viste de gitana.
Ahora, si hablamos de su gastronomía o sus fiestas populares. ¡Ay! Quién te conoció y te conociera. Quién te llevó en brazos hacia la cultura. Pues siendo yo ignorante de parte de ella, de lo que he dicho se diría más de otra mitad. Como el Mollete, los Mantecados, la Porra Antequerana o el Bienmesabe. Y me quedo con todo porque no se puede despreciar nada. Por eso ahora soy testigo, de que no hay otra ciudad como la de Antequera. Y así lo dije y así lo digo.
Manuel Hidalgo
